martes, 28 de julio de 2009

El Orden

Aunque parezca utopía el orden siempre estuvo casi en todas las cosas que vivimos antiguamente.
Si nos ponemos a recordar y no nos pone nostálgicos por un lado o pesimistas por el otro, nos podemos permitir eso, el hacer memoria, ya sea por (no perderla) o por mantenernos activos por si acaso.
Por eso quiero empezar con algunas anécdotas sobre el orden según se mire.
1.- La escuela, siempre al llegar y antes de entrar en las clases, nos hacían ponernos en fila para cantar.
2.- A la hora del recreo otra vez a la cola, esta vez era para tomarnos la leche, que unas veces las hacíamos unos y otras veces le tocaban a otros, leche que venía en polvo y que en unos bidones grandes y una paleta de madera, las teníamos que batir hasta dejarlas sin grumos.
3.- Por la tarde, (no me acuerdo), cuantos días a la semana íbamos a la Iglesia al catecismo y claro está no podía faltar la fila o la cola, ahora era por obtener un trozo de queso (colorao), que nos daban por asistir. Eso conllevaba que el mencionado (manjar), por aquel entonces, mal cortado o rajado en plan compadre, hacía que la picaresca de los chavales, hiciesen del orden de la fila un desastre pues de lo que se trataba era de coger el trozo más grande cambiándose de sitio constantemente.
4.- Otra anécdota curiosa y esta vez era una vez al año, cada 19 de Marzo, (que por aquellos tiempos era fiesta de guardar), se efectuaba en la carnicería del “jefe”, como él se llamaba José, ese día regalaba a cada persona que fuese a comprar, una torta de aceite y como ustedes comprenderán por los años cincuenta esto era el no va más. ¿Se imaginan hasta donde llegaba la cola? . Pues llegaba a la puerta del estanco de Cansino. Ese día tanto los clientes como los que no lo eran
iban y compraban lo mínimo como (una peseta de manteca colorá), solo por obtener la Torta.
Menciono lo de la manteca porque era el típico desayuno que teníamos casi todos los días y como antiguamente no existían los frigoríficos para guardarlos de un día para otro, había que ir a comprarla por la mañana antes de ir a la escuela.
Se acordaran también que con la merienda pasaba igual, a mí mi madre me daba una peseta, para ir a casa de Angelita “la paco” a comprar una onza de chocolate del “niño gordo”, ¿tenía cabeza el niño? , o me lo parecía a mi, lo que quiero decir que ya no solo por tener o no tener neveras, lo que pasaba era que la cosa no daba para más y que no existían despensas llenas como hoy. En este local también vendían quincalla, zapatos y sandalias.

Como va la cosa de memorizar, ¿ ustedes se acuerdan de las tiendas antiguas de Bormujos? Hoy en día casi no hay o quedan muy pocas, con la llegada de los super-mercados, anuló ese olor especial a tienda de pueblo. Dichas tiendas de comestibles y en otros lados las nombraban como de ultramarinos, todas tenían su encanto, pues cada tendero personalizaba su negocio o medio de vida.

Digo personalizar porque cada cual tenía su cualidad a la hora de colocar los géneros, por aquel entonces en la misma tienda estaban todos los artículos que se necesitaban en una casa. Quiero decir que igual vendían patatas y cebollas, que chorizos, quesos o aceite y al mismo tiempo lejías, polvos de lavar o petróleo para la hornilla donde se guisaba. Aquí es donde retomo otra vez el tema del orden. Pues como en todos los sitios en la tienda no podía faltar. Habían tenderos curiosos y ordenados al máximo, otros meticulosos, otros cuidadosos y como no otros desastrosos. Los había que conservaban y utilizaban un peso con infinitas pesas que oscilaban entre los cinco gramos a los cinco kilos, todas puestas en fila (por lo del orden), las pesitas pequeñas las usaban para las especias y el café.

Por aquellos tiempos las compras grandes en todas las casas del pueblo, se hacían el sábado por la noche. Era grato ver todas las tiendas con cola y gente esperando para que lo despachasen. Digo lo de grato porque las mencionadas tiendas estaban repletas de luces, las puertas abiertas de par en par y se atraía al público de esa manera. Ya que por aquellos tiempos las luces de las calles eran escasas. Los dueños de las tiendas ese día sacaban todo su arsenal, quiero decir que cada uno ponía a sus hijos e hijas unos y otros a su mujer a despachar y esto a su vez daba esplendor al sábado por la noche.
Como ejemplos: El “niño pura”, con sus hijos, Purita e Ignacio.
Antonio “ramire”, con sus hijos, Antonio y Manolita
Roberto el “manquito”, con su mujer, Dolores y su hija Soledad.
Isidro el de “serafina”, con su mujer, Concha.

Como siempre digo habían algunas más y otra vez les seguiré poniendo retahílas o curiosidades de aquellos tiempos.
Como comprenderán los desastrosos , (a mi forma de ver ) ,como dije al principio, por respeto, me los callo. Teniendo en cuenta que lo de desastrosos, es en lo concerniente a el orden a la hora de colocar los géneros en la estantería. Pero después como la persona en si, eran estupendos y simpáticos.

Sin embargo había una tienda muy particular, ésta no estaba dentro de los ordenados o desastrosos, ésta era una tienda con unas características muy especiales, pues en aquellos tiempos, a mi particularmente me parecía grande, sobre todo el mostrador, grande y alto y con una maquina de moler el café o la cebada, con una rueda enorme manual, que tenía entrando a la derecha en una esquina del mismo, nada más al entrar se olía a un olor penetrante a café, allí recuerdo yo haber ido a comprar dichos artículos y quiero recordar que también vendían unas pastillitas blancas, que servían para endulzar las mencionadas bebidas, pienso que sería por la falta de azúcar. Dicha tienda pertenecía a Lola la del "cano", que vivía con su hijo "chamberlay". Este establecimiento se ubicaba en la Plazoleta del Cano, situada a mitad de la antigua calle de los "novios" en la confluencia de la calle de la "botica". Aún hoy en día se conserva la fachada tal como estaba, en el interior hay un quiosco de chucherías, que los herederos arrendaron, tras el fallecimiento de Lola y su hijo.

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