La
mayoría de las veces que he escrito algo, nunca lo hice de ningún animal. Sin
embargo en esta ocasión quiero hacerlo y de algún modo instar a la conciencia
de las personas a obrar de la manera más razonable sobre ellos.
Cualquier
razón es buena en lo posible, en ayudar
a las personas en primer lugar y en el segundo orden a los animales, en la
medida que cada cual pueda. En nuestra casa creo que tenemos cubierta la primera
parte, sin tener que entrar en detalles. Pues no es caridad, si ésta, en si, es
divulgada.
Nunca
por otro lado tuvimos la oportunidad con respecto a ningún animal, en nuestro
caso, un perro. Aunque a lo largo de
nuestra vida en común tuvimos varios. Después de la muerte del último hace
ahora 4 años, habíamos decidido no tener ninguno más, por el trauma que
conlleva la pérdida del mismo. Y es que los perros al igual que los humanos se
hacen viejos y como tales, se les estropean los órganos o cualquier otra cosa, como motivo
para fallecer.
Y
es aquí que la llegada inesperada de SANSÓN, nos ha dado la gran oportunidad de
vivir una nueva experiencia con este sensacional perro.
Fue
el día 11 de Junio, podía haber sido otro día cualquiera, ya que él llevaba
varios días, dando vueltas por el pueblo perdido. Perdido es una manera suave
de decirlo. Yo diría mejor, abandonado.
Curioso
fue mi encuentro con él y curiosa su hazaña.
Como
todos sabéis a lo que me dedico no es necesario relatarlo. Pero fue,
precisamente así. Estando en la calle Juan XXIII, a la altura de la casa de
Baltasar (q.e.p.d). Esta casa en sí estaba de obras y por lo tanto albañiles en
la misma. Son éstos, los que me alertan de que en la acera de enfrente se
encuentra un perro. Según ellos –o estaba buscando al supuesto amo- o buscando
uno nuevo.
En
ningún momento me acerqué ni lo acaricié ni mucho menos, solo me limité a escuchar
las apreciaciones que los albañiles me relataron de la llegada del animal,
hasta donde ellos trabajaban.
Quizás
lo único que recuerdo es que por la similitud del caso y el parecido del mismo
con una “perrita” que una vecina de casa encontró en las mismas circunstancias
que él. Se lo expresé a los albañiles. Y hasta ahí, fue lo único alusivo que
manifesté.
Sin
embargo mi gran sorpresa fue, que al seguir con mi trabajo, al llegar a la
altura de Loli la del “rubialo”. Carmen la de la “huerta”, me pregunta ¿Paco
ese perro es tuyo?, ¿Cuál perro?, mi sorpresa es verlo pegadito a mí. En ningún
momento le reñí, ni mucho menos pegarle, solo le pregunté como si él pudiese
entenderme ¿Tu dónde vas?.
Primer día en casa nada más llegar
se le notaba la tristeza.
Llegó
un momento en el que creí que lo había
perdido de vista a la altura de la casa de María la del “cuervo”, pensé quizás
ya encontró a su dueño. Tras no verlo aceleré el paso por la acera del Teatro
Atarazana. Sin embargo por un lado tenía alegría de que por fin hubiese
encontrado a los suyos y por otro lado un sentimiento de culpa por haberlo
alejado.
El
caso fue, que yo miré por el lado derecho y no por el lado izquierdo y, allí estaba él. Y aquí ahora lo reconozco después
de un mes con nosotros, que hasta en eso estaba educado. Caminar al lado del “amo”,
siempre a la izquierda y sin pasarse de largo.
Así
todo el resto del camino hasta llegar a mi casa y él siempre detrás y al mismo
tiempo, temeroso. En principio siempre con la esperanza de que al entrar en
casa él se iría y así fue. Temeroso a la oscuridad que da la puerta de una casa
no me siguió y se fue.
Cuando
entro en mi casa y le cuento a mi mujer y a mi hija lo del animal y el
seguimiento hasta la puerta. “Casi me comén” acusándome de no haberlo obligado
a entrar. Instándome a buscarlo en el coche y traerlo a casa, solo y
exclusivamente para asearlo, darle de comer y en su caso avisar a la policía,
para que nos ayudasen a buscar al “supuesto amo”.
L
a primera búsqueda fue inútil, no lo encontré por ningún sitio.
Y
fue a la tercera y como siempre se dice en un refrán antiguo –a la tercera, va
la vencida-. Esta vez lo hice andando y por el mismo recorrido de la primera
vez y con la complicidad de los albañiles que me indicaban los pasos del perro
desde que me siguió al principio. Desde aquí mi gratitud hacia ellos por describirme
tan bonito la llegada de Sansón, porque así le pusimos a este maravilloso
animal. Según me detallaron ellos, se acercó donde ellos trabajaban y lo
primero que hizo fue beberse el cubo enterito de agua que tenían allí,
alertados por el decaimiento del mismo, le volvieron a llenar el cubo y esta
vez solo se bebió la mitad. Pero inmediatamente se lo agradeció a base de
lamerles las manos y los brazos, llegándoles a emocionar y darles congoja.
Sansón
se sintió tan arropado con ellos, que ni a pesar de pasar coches por la calle,
no se quitaba al paso de los mismos, por no alejarse de sus nuevos amigos. En
un momento puntual uno de los coches no podía pasar y debido a la corpulencia del animal y, su poca picardía
al no estar acostumbrado a la calle. Los albañiles tuvieron que cogerlo en
brazos con sus (32 kilos) y llevarlo a la acera de enfrente. Me maravilló las
palabras de estos señores de cariño hacia él. Con expresiones como: es un perro
abandonado, pero ha estado en una casa y lo han educado, es cariñoso, es un
cachorro de pocos meses y se le nota en la cara su nobleza.
Al
fin lo encontré a la altura de lo que era el antiguo Bar Km1, y lo llamé aún
sin nombre, pues no sabía como le llamaban. Me costó trabajo conseguirlo pero
al final llegó a mi casa y tuve que acariciarlo y animarlo a subir el poyete,
porque ni para eso le quedaban fuerzas ya.
Decirles
que desde entonces en mi casa estamos cada vez más contentos de tener a Sansón,
como uno más de la familia, con lo que ello conlleva en: compromiso de
alimentarlo, curarlo si hiciese falta, sacarlo a pasear dos veces al día y
darle mucho cariño.
Sin
embargo lo que yo quiero destacar de él, son sus formas de estar y de
comportarse en todo momento. Llevaba solo dos días en casa y por expreso
mandato de mi amigo Joselito (adiestrador de perros) de la vereda. No lo
movimos de casa, para que él se adaptase a nosotros y nosotros a él y, cuál no
sería mi sorpresa que al tercer día había que llevarlo al veterinario y, andaba
a mi paso, me obedecía (llamando por eso la atención de la gente al verlo) y
sin darme ningún tipo de problema, un animal de siete meses, que no conocía de
nada.
El
primer momento de su llegada a casa, fue una vorágine de cosas, entre correr a
comprar pienso antes de que cierren la tienda, champú para lavarlo, lavarlo e
intentar de que comiese, para ver si lo podíamos recuperar del decaimiento tan
grande que acusaba su estado físico.
Ahí
entra una parte del –compromiso- antes mencionado, la preocupación y la pena de
no saber qué hacer, cuando después de bañarlo y darle de beber, Sansón se tumbó
en el suelo y se llevó seis largas horas casi sin reaccionar. Según los
expertos, solo dormía.
En
las expresiones de mi amigo Joselito que dicen: el perro ha encontrado en tu
casa, la gloria, los perros “arrecogíos” son mejores que los que tu crías desde
chico. El os está observando y haciéndose con vuestras voces y los ruidos de la
casa y, como un cachorro que es, al igual que si fuese un niño, ha hecho lo
mismo después de bañarlo, dormirse.
Menos
mal que siempre es bueno tener amigos a los que comunicar nuestros sentimientos
y, sobre todo escuchar sus consejos. Cuando le comuniqué el encuentro del
perro, le dije que yo no sabía el porqué de la elección de Sansón hacia mí, en
vez de elegir a otro. Según Joselito el perro captó mi energía positiva hacia
él.
Haciendo
caso de su consejo lo inmediato fue poner una denuncia en la policía local,
para averiguar si tenía chic
identificativo, pero el pobre solo traía, un bocado en cada oreja, por más
señas. De palabra del veterinario es un cruce de Labrador con Mastín de unos
siete meses aproximadamente. Según él, son perritos que regalan en Navidad y
expresamente no le ponen el citado chic, porque piensan abandonarlo al llegar
las vacaciones de verano.
Es
curioso verlo al pasar por el instituto o algún colegio, todo en él es intriga
y búsqueda, quizás en la familia donde estuvo, había niños, por eso es su afán
de buscarlos. Alguna vez pensé que si apareciese un niño reclamándolo
gustosamente se lo daría, porque al igual que Sansón venía disgustado, también
se quedaría el niño, al perderlo a él. No me importaría nada que no me diese el
gasto que llevo con Sansón desde su llegada.
Su imagen tras quince días con nosotros
y su estancia en Isla Cristina.
Así
que aprovecho la ocasión para hacer un llamamiento (en general) de repulsa a
aquellas personas que actúan así con los animales. Aunque yo en particular, le
esté eternamente agradecido a la familia que lo tuvo y lo cuidó durante sus
primeros siete meses de vida. Al mismo tiempo ellos se perderán el disfrute y gozo de tener a nuestro Sansón.