En
nuestro pueblo, desgraciadamente, cada vez más seguido, se están muriendo
jóvenes. Unos con ésta enfermedad de cáncer,( que nos traen a mal traer a todos
) y otros por accidente u otras enfermedades. Dándose la circunstancias de un
tiempo a ésta parte, que las muertes de personas jóvenes, superan a la de los mayores.
Será
cierto entonces el comentario que hizo, John Lennon sobre la muerte –“La vida
es lo que va a sucederte, no te empeñes en hacer otros planes”.
Si
nos paramos a pensar lo que nos dice el sacerdote en estos momentos. Espéranos
al otro lado. En el lugar ese, en que tú
estás ya y que, según San Pablo: “Nadie osó imaginar o sospechar lo
que Dios tiene guardado a sus elegidos”
Bonita
frase, pero que muchos padres se habrán preguntado a todo lo largo de la
historia. ¿Y porque no me eligió a mí, en vez de a mi hijo?
Hay
situaciones en la vida, en las que quedamos convulsionados, sin apenas poder
decir palabra. La de hoy, como la de
otras muertes de muchachos y muchachas de Bormujos, muertos a temprana edad,
por una circunstancia o por otra.
Hay
muertes y …muertes. La de Elvira (por ponerla como ejemplo a la de cualquier joven),
siempre será a destiempo e inesperada.
En
su obra sobre la muerte y el morirse, Elizabeth Kubler Ross describió la
experiencia de las personas que se están muriendo, y sus palabras a veces
parecen coincidir con los sentimientos de padres desconsolados. Las etapas que
describió son semejantes al proceso por lo que pasan los padres cuando hacen
frente a la idea que su hijo está sufriendo una maldad o enfermedad de que últimamente
morirá. Aunque padres cuyo hijo se muere súbitamente tendrán estos mismos
sentimientos, el padre de un hijo con una enfermedad a veces los experimenta a
dos niveles- primero durante la enfermedad del hijo y otra vez después de su
muerte.
Es
cierto que todos rechazan la idea. ¡Su hijo-No! Este niño será la excepción. La
Virgen hará un milagro. Entonces, después de la muerte, no es raro que los
padres crean que no hicieron lo suficiente o no actuaron en cuanto pudieran.
Sufren con las dudas. Y si hubieran intentado otro doctor u otra medicina, y si
hubieran rezado más, ¿habría habido alguna diferencia? O tal vez se preguntan
se debían haber acordado tantas pruebas dolorosas y procedimientos inútiles.
¿Cuántas
veces al mirar y ver sufrir a un hijo, los padres han pedido que se les permita
sufrir por él? Ojalá que pudieran sustituirse por el hijo y, que este
disfrutara de una vida larga y cumplida.
Aunque
puede ser que acepten la situación y la enfermedad, para muchos la muerte,
cuando ocurre, ya no se acepta. En el fondo no querían creer que en realidad
ocurriría; ahora no quieren creer que su hijo se ha muerto. Muchísimas personas
tratarán de consolarlos, diciéndoles que ahora el hijo está en paz y no sufre. Ellos lo saben, y si, ayuda un
poco; pero hace poco para aliviar el dolor y la pena. Por supuesto, están
aliviados con el pesar y el cariño de la gente, pero esto no significa que no
anhelen tenerlo una vez más en sus brazos.
¡No
hay derecho!
¡No
debería ser así!
A
esta parte de la orilla, quedamos todos, en medio de la desolación. Estamos
viendo, acaso como nunca, la raíz de nuestra debilidad, la esencia de nuestra
finitud, la vulnerabilidad que nos acompaña día a día. Hemos descubierto la
cruda verdad de nuestra vida: nadie es dueño de su vida
-Inesperada
muerte, pero posible.
-Indeseada
muerte, pero posible.
Temida
muerte, pero posible.
Nosotros
no disponemos del comienzo ni del final de la vida.
¿Quién
está en el comienzo y en el final?
¿Quién
programa la vida y la sostiene?
En
una entrevista muy reciente, el periodista Iñaki Gabilondo afirmaba: “No se
puede vivir bien sin enfrentarse a la muerte”.
Por
otro lado el Obispo Pedro Casaldáliga escribe:
Nosotros,
siendo cristianos, no tenemos, paradójicamente, una cultura positiva sobre la
muerte. Nos la han pintado siempre entre esqueletos y guadañas horribles.
Cuando, como il poverello Francisco de Asís, deberíamos saludarla y salir a su
encuentro como hermana, “nuestra hermana la muerte”.
Por
eso, porque descartamos la muerte de nuestra vida, porque la ignoramos, la
tenemos apesadumbrada como un tabú.
Es
el mensaje novedoso, acaso el más inaudito, de nuestra fe cristiana. Siendo mortales
como somos, ¡por qué nos rebelamos contra la muerte? Y es que nosotros no
estamos hechos para la muerte sino para la vida. Nuestra vida presente, después
de morir, continúa y entra en la plenitud de la vida.
¡Creer
o no creer!, es decisivo y marca aquí una diferencia fundamental. Jesús Resucitado nos ha dicho: “Quiero que
donde yo estoy, estéis también vosotros”.
Y
El está con Dios, eternamente, en el cielo.
La
muerte no es la última palabra. Afirmar
esto, proclamarlo y vivirlo pertenece a la esencia de nuestra fe cristiana: Si
no tuviera fe para negar la muerte, quizás no tendría coraje para nombrarla.
Ella vendrá pero para pasar de largo”
Esa
es nuestra esperanza cristiana.
-Y,
¿entonces?
¿Qué
hacemos ahora?
¿Llorar?
Sí.
¿Desconsoladamente?
No.
¿Resignarnos?
No.
¿Dimitir?
No.
Hay
que hacer de la tierra un cielo anticipado. Hay que soñar, trabajar y luchar
para que este nuestro planeta sea la casa de todos, donde cada vez haya menos
odio, menos injusticia, menos hostilidades, menos egoísmos, menos sufrimientos,
menos guerras, menos ruinas y miserias, más justicia, más libertad, más amor,
más paz, más felicidad.
Hoy
al caer la tarde en la Plaza de la Iglesia, no cabía ni un alfiler al despedir
el cuerpo de Elvira. Nada más terminar la Misa y dar el pésame a su familia, la gente se fue quedando en la misma, para darles su particular adios entre llantos y suspiros. Se iba una "Niña, mujer y madre".
Despido que yo por otra parte lo hubiese hecho a lo grande, con campanas y aplausos, diciéndole:
Despido que yo por otra parte lo hubiese hecho a lo grande, con campanas y aplausos, diciéndole:
¡Ve al Rocío del Cielo con la Virgen!
Y te aseguro que te habrán dicho algunos padres y madres (allí presentes, igualados a los tuyos en la pena), busca a nuestros hijos cuando llegues y abrazalos.
Cuantos y cuantos se fueron con tu misma edad y aún más jovenes. Quisiera recordarlos a todos sin que se me olvidase nadie. Pero han sido muchos y, por desgracia, cada vez más. Y sería imposible no errar.
¡Que la Santísima Virgen os acoja a todos allí y, podais organizar vuestro Rocío del Cielo!.
Tu que hace unos meses tuvistes el privilegio de cantarle a la Virgen en el Rocío, podrás hasta organizar, un coro. El Coro de los Angeles de Bormujos.
Y te aseguro que te habrán dicho algunos padres y madres (allí presentes, igualados a los tuyos en la pena), busca a nuestros hijos cuando llegues y abrazalos.
Cuantos y cuantos se fueron con tu misma edad y aún más jovenes. Quisiera recordarlos a todos sin que se me olvidase nadie. Pero han sido muchos y, por desgracia, cada vez más. Y sería imposible no errar.
¡Que la Santísima Virgen os acoja a todos allí y, podais organizar vuestro Rocío del Cielo!.
Tu que hace unos meses tuvistes el privilegio de cantarle a la Virgen en el Rocío, podrás hasta organizar, un coro. El Coro de los Angeles de Bormujos.